Se miró las manos llenas de sangre, el piso de madera se cubrió de carmín. Se acercó a los pedazos de carne y los tocó, con cuidado,con amor, con una religiosidad solo comparable a vestir un santo, un bebé... un niño dios. Besó uno con los ojos cerrados lo aparto y estudió un segundo después abrió la boca y lo tragó sin masticarlo. Con el mismo cuchillo fue cortando pedazos pequeños.
Se sintió satisfecha, llena. Se incorporo como aquella araña pisada que desdobla sus patas para seguir su camino. Fue a la ducha abrió la llave y observo el agua caer, sin parpadear hasta que el vapor salió del chorro. Se colocó bajo el chorro con la ropa puesta y el piso se tiño rosado...pero ella no lo noto, tenía los ojos cerrados y la boca abierta, la sangre se mezclaba con la espuma olor a manzanilla.
Mientras tiraba la ropa mojada al piso recordó sus tardes de la infancia, aquellas en las que se empapaba en la calle y corría por los charcos, para después bañarse con agua hirviendo y el uniforme puesto.
Secó su cabello en la recámara, tardó casi una hora, se puso unos jeans viejos..los favoritos, chaqueta de cuero y botas, saco una maleta pequeña de bajo la cama y la llenó. Con aquellas cosas sin las que no podía vivir.
De un cajón sacó una cartera vieja de charol y contó el dinero dentro, puso la mayor parte en la maleta y el resto en la cartera.
De su cartera tomó las credenciales y algunas tarjetas de credito y las botó en la basura.
Se maquilló en el tocador. Se miró en el espejo tomo las llaves, hizo un repaso mental de las cosas que podía olvidar.
Por último se dirigió a la estancia y observó aquella escena que había de teñido el piso de sangre, un momento deseo limpiar todo, trapear el piso. Pero eso seria una perdida de tiempo. Tomó la cajetilla de marlboro rojos que estaba sobre la mesa de centro, caminó con cuidado de no pisar la sangre.
Se sintió satisfecha, llena. Se incorporo como aquella araña pisada que desdobla sus patas para seguir su camino. Fue a la ducha abrió la llave y observo el agua caer, sin parpadear hasta que el vapor salió del chorro. Se colocó bajo el chorro con la ropa puesta y el piso se tiño rosado...pero ella no lo noto, tenía los ojos cerrados y la boca abierta, la sangre se mezclaba con la espuma olor a manzanilla.
Mientras tiraba la ropa mojada al piso recordó sus tardes de la infancia, aquellas en las que se empapaba en la calle y corría por los charcos, para después bañarse con agua hirviendo y el uniforme puesto.
Secó su cabello en la recámara, tardó casi una hora, se puso unos jeans viejos..los favoritos, chaqueta de cuero y botas, saco una maleta pequeña de bajo la cama y la llenó. Con aquellas cosas sin las que no podía vivir.
De un cajón sacó una cartera vieja de charol y contó el dinero dentro, puso la mayor parte en la maleta y el resto en la cartera.
De su cartera tomó las credenciales y algunas tarjetas de credito y las botó en la basura.
Se maquilló en el tocador. Se miró en el espejo tomo las llaves, hizo un repaso mental de las cosas que podía olvidar.
Por último se dirigió a la estancia y observó aquella escena que había de teñido el piso de sangre, un momento deseo limpiar todo, trapear el piso. Pero eso seria una perdida de tiempo. Tomó la cajetilla de marlboro rojos que estaba sobre la mesa de centro, caminó con cuidado de no pisar la sangre.
-El lugar esta echo un desastre- pensó y se largó cerrando la puerta con llave.
Durante todos estos años nunca lo perdono, aunque lo entendía pues era demasiado parecida a él, eso la asqueaba y obligaba a odiarlo más.
En el camino pensaba en las palabras, los reclamos que nunca dijo, paso por su mente gritarlas ahora, golpearlo con los puños cerrados para al final llorar entre sus brazos y decir:
En el camino pensaba en las palabras, los reclamos que nunca dijo, paso por su mente gritarlas ahora, golpearlo con los puños cerrados para al final llorar entre sus brazos y decir:
-Te amo Papí-
Pero no había ningún sentido en tan dolorosas acciones.
Pagó el taxi con cambio se paro en la puerta blanca y tocó el interfon. Cuando abrió la puerta pudo ver la sorpresa en sus viejos verdes ojos llenos de lágrimas podridas de no llorarse.
-Hola-
-Hola - ¿Puedo pasar?- La condujo por el pasillo a una pequeña sala de madera
- Si nena que pasa ¿Como estas?¿Y Andrés? ¿Dónde esta?-
-Necesito algo tuyo-
-¿Qué?-
-Necesito tu coche-
-Pero le paso algo al tuyo, ¿estas bien? nena tiene tanto tiempo que no vienes...-
-Solo vine por eso... lo necesito para irme de aquí...- - No quiero hablar más ...¿sí o no?-
Tomó las manos blancas de la nena entre sus viejas manos y entonces vio las múltiples cortadas en ellas. La miro a los ojos y las podridas lágrimas comenzaron a caer, como la gotera de un brazo con las venas desgarradas.
Se levanto y le dio las llaves, quiso abrazarla y decir todas las cosas que debió decir... que ella debió escuchar ... pero ella lo calló con un dedo sobre los labios.
-Esta bien-
Y con una mano tomo las llaves y se largó.
Prendió el estéreo y conectó el ipod, imagino el itinerario mientras fumaba un cigarro y sonrío.
Manejó en un ensueño, en sonambulismo. Su mente recorrió la autopista dimensional que le daba la música. Manos y ojos estaban ocupados en la carretera. Sintió un punzada en el estomago, la digestión había comenzado. Y el pánico matizó sus sensaciones, lento y poco a poco cual luz se va encendiendo en una habitación oscura. Lo que tenía en el estomago no debía acabar en mierda.
Se estaba haciendo de día y paro en un motel a la orilla de la carretera. Pagó en efectivo la habitación y cuando el recepcionista pidió su nombre dio el de su mejor amiga de la primaria. Tomó dos aguas grandes del refrigerador en la recepción y al pagarlas pidió dos bolsas.
En el cuarto puso la maleta en la cama y busco el radio del lugar. Resulto ser una perilla parecida a un apagador. La habitación se inundó de música a una intensidad suficiente para sofocar los sonidos del cuerpo.
Bebió media botella de agua sentada mientras se quitaba la ropa.
Descalza y en ropa interior con la botella en la mano prendió la luz del baño, se paró frente al escusado y metió dos dedos a la boca, pudo escuchar el esfuerzo de sus entrañas por entregar el contenido, empezó a brotar la mezcla, sangre, carne, jugos gástricos, que ardían al salir y un ligero tinte morado del vino que había bebido cuando hablaba con él. Esta vez fue muy difícil sacarlo todo.
Durante años había vomitado miles de cosas, la mayoría con facilidad. Para que no doliera siempre masticaba muy bien. Esta vez no se atrevió a masticar, le pareció ofensivo. Andrés no hubiera querido acabar hecho papilla. Le dolía la garganta, el estomago.
Miró el escusado suspiro y comenzó a sacar los trozos más grandes con las manos y los puso en el lavamanos, tiro de la cadena dos veces y vio irse el resto en un chorro de agua.
Lavó los trozos con jabón de hotel con cuidado, los secó con papel de baño. Fue por una bolsa y los guardo. Antes de cerrarla roció con perfume. Se miró al espejo los labios y comisuras llenas de vomito rosado. Era rosado por la sangre y se lavó la cara pensando que el vomito en el rostro la hacia sentir bien. Limpio los rastros con cuidado, llenó la otra bolsa con todo el papel higiénico que uso para limpiar. Y se largó dejando las llaves del cuarto pegadas en la chapa.
Los parpados comenzaron a caer solos y las manos temblaban. Debía parar para abastecer este cuerpo que estaba a punto de desfallecer.
Paró en un motel cerca de la carretera. Creía que era lunes más no lo sabía con certeza. El sol se estaba metiendo. No sabía la hora, nunca miró el reloj.
El tiempo convencional había dejado de importar. Se mira el reloj cuando se tiene que llegar a un lugar determinado a una hora especifica. En su vida, eso ya no pasaría.
Se encontró en un viejo cuarto , le pareció muy bello, con los objetos exactos, una composición de mobiliario cotidiano que llegaba a la perfección casual. Cosas que parecían haber estado en el lugar asignado desde siempre. Se sintió cómoda. Un cuarto de motel es un limbo. Puedes estar solo en el plan físico, pero la habitación esta llena de gente. Es como sentarte en un ex matadero pues aunque ya no maten animales ahí puedes sentir la muerte en el aire, puedes saber el tipo de cosas que sucedían con solo estar en el lugar. Un motel huele a sangre, sexo, miedo, un olor que nuestro olfato llega percibir gracias a un sexto sentido.
Se quedó en ropa interior y recostó en la cama, sintió que los fantasmas del lugar le brindaban protección y durmió más de doce horas, entre sonambulismos que le permitían ir al baño y tomar tragos de agua. Despertó pero sin abrir los ojos, viendo el interior de sus parpados se mantuvo unos minutos, al abrirlos se percató con agrado de que el sol se había ocultado.
Buscó en el piso su chamarra y saco la cajetilla de Marlboro rojos de ella, encendió un tabaco y tomo la primera fumada con los ojos cerrados, saboreando el humo, sintiéndolo recorrer la ruta habitual, trayendo como consecuencia el efecto deseado, un sopor ligero, exquisito, familiar, miró el cigarrillo en su mano, recordó la mano de Andrés tomando el cigarro, los labios carnosos acogiéndolo para exhalar el humo con placer. Incluso habiendo cajetillas llenas, siempre compartían un cigarro después del sexo, desde la primera vez fue así, los dos gustaban del vicio después del amor, retozando desnudos en la cama mientras la habitación se inundaba con ese olor familiar, Andrés la miraba y sonreía con humo entre los dientes, a veces la sesión de nicotina encendía el deseo, con una mano ocupada Andrés usaba la restante para hurgar en ella y lo hacían otra vez pero con más intensidad, como el fénix, incendiados de pasión renacían y el cigarrillo se terminaba pero la esencia impregnada en sus lenguas lo mantenía presente. Cuando en público compartían un cigarrillo ella recordaba y se excitaba al verlo, el tabaco guardaba un secreto de dos.
Fumando en esa cama recordó, y comenzó a tocarse, lento y cálido, su piel suave respondió al roce de sus dedos, que recorrieron del cuello a los pezones en donde se detuvieron trazando círculos, mojó sus llemas con saliva y metió una mano bajo sus pantaletas blancas, pronto abrió las rodillas y los labios, sonidos salieron de estos, el cigarro rodó por el suelo, la mente escapó por un momento y solo el placer inundo aquel cuerpo, puso mas fuerza en la mano que penetraba su cuerpo. Pensaba el Andrés sobre ella recordaba su cuerpo. Una explosión, un disparo interior largo. Le costó trabajo recuperar su respiración normal, y lo recordó otra vez, su mismo cuerpo era un recuerdo de el, este orgasmo que no superaría a los que Andrés provocó alguna vez, a los gritos, al placer. Cerró los ojos recordando aquellos momentos y sonrió. Las horas pasaron.
Los ojos lloraban, la mano que sostenía el cigarrillo temblaba, y un diminuto rayo de sol iluminaba sus rodillas, sentada en la cama la incertidumbre avanzaba sustituyendo la calma por ansiedad lentamente.
Los ojos lloraban, la mano que sostenía el cigarrillo temblaba, y un diminuto rayo de sol iluminaba sus rodillas, sentada en la cama la incertidumbre avanzaba sustituyendo la calma por ansiedad lentamente.
-No- se dijo.
Tenía que pensar, hallar un plan, tranquilizarse.
Debía empezar por recapitular, hacer una crónica de los hechos, lo que la había llevado a terminar en motel de carretera con pedazos de Andrés en una bolsa y con un hoyo negro en el estomago, en la incapacidad de mantener su cuerpo quieto, sintiendo los espasmos del mismo. Ordenó toda la calma que pudo.
-¿Cuándo había empezado esto? ¿En qué momento perdió el control?- No sabía el instante especifico. Cerró los ojos. Los engranes de su mente rodaron para llevarla al inició de su perdición.
Busco en su mente la primera imagen de él, no recordaba la primera vez que se vieron, estaba segura que anteriormente se había encontrado en la misma fiesta sin ni siquiera mirarse. Los primeros encuentros fueron casuales, en conciertos, reuniones, fiestas. En ninguno le inspiro más que una atracción moderada. Realmente nunca lo había mirado con detenimiento. La primera vez que se detuvo en él, fue por que el sonido de una guitarra atrajo su vista , en medio de una reunión cualquiera llena de conocidos, con gente hablando y ruido viniendo de todas partes, lo escucho por primera vez y ella se sentó en el piso con un vaso de whisky en la mano, lo contemplo tocando en medio del ruido, con los ojos cerrados sintiendo las cuerdas, la música. En ese momento la atracción creció, decidió que quería probar esa piel.
Amaba a los músicos, se había enamorado de sus guitarras hace mucho tiempo. Eso la llevó a él en primera instancia.
Abrió los ojos y se percató de que las manos ya no temblaban, tal vez el recuento aclararía su mente. Tomó su ipod y se coloco los audifonos, eso la ayudaría a recodar.
La primera vez que tuvieron sexo no fue memorable, un poco de nerviosismo tal vez, desconfianza de ambas partes. Lo que se quedo en ella fue aquel rostro lleno de sudor con el pelo largo revuelto y pequeñas gotas cayendo de este a sus senos. El tatuaje en la pelvis, los labios carnosos, la mirada intensa. Aquello grabado en la mente y fue suficiente motivo para repetir.
La segunda vez fue mejor, llena de fuerza, de placer, después de la segunda vez perdió la cuenta. Era solo sexo, así lo pensaba y sentía. Puro sexo y el mejor. Fueron muchas noches, sudor, placer, se acumularon las imágenes de él.
También las mañanas se apilaron en su mente. Un día en el trabajo después de largas horas frente al monitor cerro los ojos y trato de relajarse, tuvo una visión del rostro de Andrés y sonrío. Al abrir los ojos se sintió asustada.
-¿Por qué pensaba en el? ¿Lo extrañaba?- O su mente le jugaba bromas pesadas. Tomó el teléfono y le llamo, mientras el timbre sonaba miles de cuestionamientos venían a su mente.
-¿Dónde se encontraba? ¿Con quién?¿Acaso el pensaba en ella?¿La recordaba?¿Veía su rostro también?-
Abrió los ojos, ese era el instante en que perdió el control. En que su mente y cuerpo le tendieron una trampa, rompió sus propias reglas, abandono cualquier sentido de autoconservación, y se abrió a entregar lo poco o mucho que tenía. Antes de percatarse de lo que sucedía, alguna cosa dentro de ella ya se había decidido por él.
Le pareció sorprendente y sonrió después de dar una fumada. Una sonrisa como aquella del niño que aprende a usar una caja de fósforos. Se dejó caer sobre ella una avalancha de fotografías mentales que retrataban los días pasados después de ese instante:
El en la cama dormido, en el piso de la sala tocando su guitarra, él fumando en la ventana, sobre ella, bajo ella tomando su mano, besando su cuello.
Las manos rodearon su cuello y lágrimas brotaron, las imágenes se seguían revelando una a una, las risas, sus labios, el cuerpo desnudo sobre la cama, los lunares de su espalda, los dedos de ella recorriendo lentamente las líneas de sus tatuajes. Las noches en la playa, los poemas al oído que le decía mientras el dormía, ahora todo giraba en su psique. Y por fin supo lo que debía hacer. Se levantó y comenzó a buscar en la maleta, con calma pero sin dejar de llorar, tomo el revolver y cargo el tambor con una bala y lo giro, se puso el cañón en la sien y jalo el gatillo. Un ruido ensordecedor dejó en silencio absoluto la habitación, y su cuerpo cayó al piso.